domingo, 18 de julio de 2010

Cuatro Ruedas Para un Hombre.

Manuel recorre la geografía sobre las cuatro ruedas de su autobús. Su vida siempre fue así. Viajaba con su abuelo que era camionero, éste tuvo que hacerse cargo de él desde que era muy pequeño.

Ya entonces se notaba que Manuel no podía estarse quieto. Cuando el pequeño lloraba, el abuelo lo subía a su camión y le daba paseos hasta que se calmaba.

A veces el abuelo se asustaba al ver la cara del niño mirando absorto la calzada. Cuando llovía, Manuel disfrutaba del espectáculo de las gotas de agua estrellándose contra el cristal, haciendo carreras llevadas por el viento. Si conducía de noche, veía el reflejo de su carita apoyada sobre la ventanilla y contando los colores de las luces de cada ciudad.

Pensó el abuelo que esa no era vida para un niño y cuando Manuel cumplió diez años, cambió el camión por un autobús y empezó a hacer viajes de pueblo a pueblo por la comarca, así el niño pudo ir al colegio y vivir en una casa hasta el día en que su abuelo murió.

Ahora es Manuel el dueño del autobús. La muerte del abuelo le dolió tanto que el único consuelo que encontró fue arrancar el motor y echarse a la carretera. Hace ya tanto tiempo, que se ha olvidado de cómo volver a casa.

Eso le gusta.

Ha intentado parar varias veces, pero es que el suelo no sabe estar quieto bajo sus pies.

Viaja de ciudad en ciudad, trabaja aquí y allá pensando que por fin ha mitigado su inquietud. Pero las únicas raíces que tenía se rompieron tiempo atrás y siempre ocurre que, en algún momento, le vuelven a seducir las líneas de la carretera, lo reclaman como el destino, como si fueran las líneas de su propia mano.

Vuelve hipnotizado por el suelo cinético, por los dibujos animados que dan cuerpo a la velocidad. La misma carretera, que para casi todos no es más que un paréntesis entre un lugar y otro, para Manuel es el mundo, la familia, su vida, el amor…

Por eso no puede evitarlo y vuelve a ella una y otra y otra vez.

En sus viajes conoce a cientos de personas y les cuenta las mismas viejas historias: De cuando vivía en el camión con su abuelo. Cuando llegaron al pueblo y empezó a ir al colegio. No le gustó el colegio hasta que aprendió a ir en bici que pronto cambió por una moto. Poco tiempo después conducía el autobús de su abuelo hasta la puerta del instituto. Y entonces su abuelo murió dejándole sólo… Las mismas viejas historias para caras siempre nuevas.

Manuel no quiere parar.

Las ciudades le parecen huertos de gente. Las montañas son presagios de su futuro incierto. Cada parada es para él un paréntesis en su camino, cada persona que conoce, un nuevo párrafo para su vieja historia.

Hace tiempo que no conduce su autobús. Manuel vuelve a ser pasajero. Con la cabeza pegada a la ventanilla, y el reflejo de su cara tan parecida ahora a la cara de su abuelo, repasa los viajes de su vida, visita a viejas amistades, recorre nuevos caminos. Intenta quedarse en casa pero no puede. Para él la carretera es como una vieja sirena que lo seduce una y otra vez.

A Manuel sólo le parará la muerte.

Si alguna vez, en un autobús, te encuentras a un hombre que se llama Manuel, escucha su vieja historia, déjale viajar con sus palabras por tu imaginación. Cuéntale hacia donde vas, vive el recorrido acompañándole. Llegarás a sitios que nunca te permitiste imaginar, y serás parte de el eterno viaje que es Manuel.

Pachuli Caracol.

2 comentarios:

  1. Este relatillo lo mandé a un concurso, como no ganó nada lo comparto aqui. Espero que os guste.

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  2. Pues a mí me sigue sorprendiendo cada vez que lo leo. Me encanta.

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